o que no tienes tú edad todavía para irte tan pronto para el otro barrio y estar pudriéndote bajo las malvas. Se patea lo que haya que patear. Se busca una influencia; alguien que pueda hacer algo. Pasa también que tú eres un orgulloso. A la gente lo que hay que darle es una de cal y otra de arena. Hacer el quite ¿comprendes?. Una cara aquí y otra allí y a vivir, que son dos días. Nada de remilgos cuando se lleva como tú plomo en las alas. Nada de hacer feos ni de sentirse melindroso. Sabes que si le fueras al alcalde con la pena y te trabajaras la lástima, otro gallo te cantaría. Pasa que en este mundo hay que saber estar bien con la gente. Y tú, perdona, eres un poquito esquinao, en el buen sentido de la palabra se entiende, y no sabes darle a cada toro la lidia que necesita – se empina por encima del mostrador y le da una topada cariñosa sobre la espalda-. ¡Que hay que saber vivir!. ¡Que es menester que vayas aprendiendo a conducirte por este valle de lágrimas!. ¡Que ya es hora!.
La luz nueva lancea las pequeñas bombillas, las desdibuja sobre el techo. Florencio se desprende del mandil, da la vuelta al mostrador y se asoma a la puerta de la taberna para echar un vistazo a uno y otro lado de la calle. – Y oye otra cosa que te voy a decir – continúa ya de vuelta hablando como a escondidas, vagamente, como queriéndole quitar importancia a la confidencia que no puede reprimir más tiempo-: Que no te fíes de Antonio el de Cristóbal, que ayer hablando con el contratista, aquí mismo donde tú estás ahora – señala el trozo de mostrador donde Carlos está apoyado-se dejó caer con que te pasas las horas durmiendo y dejas los faroles sin cuidar, sin alimentarlos de aceite. Que si se entera quien dijimos te la buscas y te pone de
La luz nueva lancea las pequeñas bombillas, las desdibuja sobre el techo. Florencio se desprende del mandil, da la vuelta al mostrador y se asoma a la puerta de la taberna para echar un vistazo a uno y otro lado de la calle. – Y oye otra cosa que te voy a decir – continúa ya de vuelta hablando como a escondidas, vagamente, como queriéndole quitar importancia a la confidencia que no puede reprimir más tiempo-: Que no te fíes de Antonio el de Cristóbal, que ayer hablando con el contratista, aquí mismo donde tú estás ahora – señala el trozo de mostrador donde Carlos está apoyado-se dejó caer con que te pasas las horas durmiendo y dejas los faroles sin cuidar, sin alimentarlos de aceite. Que si se entera quien dijimos te la buscas y te pone de
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