ente de hombros:
– En cualquier caso, aquí nunca me encontrará.
– ¡¿QUÉ?! ¡¿CÓMO?! -exclamé.
– Pues claro, si no te conoce, ¿cómo va a encontrar tu dirección?
No le contesté en seguida. Me bebí un buen trago; era del fuerte, y en plena noche hay que tener cuidado con lo que se dice. El sol casi siempre llega muy rápido y el día se levanta sobre un montón de líos.
– Oye -le dije-, no soy un tipo divertido, y por eso vivo solo. Lo siento, pero de verdad que esto es demasiado pequeño…
Miré la botella. Aún queda un trago, me dije, ¿puedo lanzarme o aún será más duro? Yo no era muy viejo, tenía exactamente la edad de JC cuando lo clavaron en su cruz, pero había visto lo suficiente como para saber que mejor era esperar. Dejé la botella muy cerca de mí. Ella se me acercó, se inclinó hacia mí con su olor, su perfume, sus piernas, cono, que puso toda la carne en el asador y no te dejes atrapar, ni siquiera tiene dieciocho años. Ni siquiera. Hundí la cabeza entre los hombros y oí las gaviotas que gritaban en la noche.
– No tengas miedo, me haré chiquitita, muy chiquitita, y será por poco tiempo. No es tan grave…
– ¿Cómo que no es tan grave? Mierda, traería cantidad de problemas. ¿Y por qué en mi casa? ¿No pueden servirte para algo todos esos tipos que te tiras?
No dijo nada y se levantó muy lentamente. Yo estaba cansado, cerré los ojos un momento y la ducha empezó a funcionar. Tomé la botella, corrí, abrí la cortina con todas mis fuerzas y me quedé mirándola. Pestañeé lentamente cuando me apuntó con sus pechos, con sus pequeños extremos rosados y con el agua que le resbalaba por las caderas. Dieciocho años… la vida se anota buenos tantos con golpes de este tipo. Bajé la cabeza, y ella se echó a reír. Yo cerré la cortina y ella la
– En cualquier caso, aquí nunca me encontrará.
– ¡¿QUÉ?! ¡¿CÓMO?! -exclamé.
– Pues claro, si no te conoce, ¿cómo va a encontrar tu dirección?
No le contesté en seguida. Me bebí un buen trago; era del fuerte, y en plena noche hay que tener cuidado con lo que se dice. El sol casi siempre llega muy rápido y el día se levanta sobre un montón de líos.
– Oye -le dije-, no soy un tipo divertido, y por eso vivo solo. Lo siento, pero de verdad que esto es demasiado pequeño…
Miré la botella. Aún queda un trago, me dije, ¿puedo lanzarme o aún será más duro? Yo no era muy viejo, tenía exactamente la edad de JC cuando lo clavaron en su cruz, pero había visto lo suficiente como para saber que mejor era esperar. Dejé la botella muy cerca de mí. Ella se me acercó, se inclinó hacia mí con su olor, su perfume, sus piernas, cono, que puso toda la carne en el asador y no te dejes atrapar, ni siquiera tiene dieciocho años. Ni siquiera. Hundí la cabeza entre los hombros y oí las gaviotas que gritaban en la noche.
– No tengas miedo, me haré chiquitita, muy chiquitita, y será por poco tiempo. No es tan grave…
– ¿Cómo que no es tan grave? Mierda, traería cantidad de problemas. ¿Y por qué en mi casa? ¿No pueden servirte para algo todos esos tipos que te tiras?
No dijo nada y se levantó muy lentamente. Yo estaba cansado, cerré los ojos un momento y la ducha empezó a funcionar. Tomé la botella, corrí, abrí la cortina con todas mis fuerzas y me quedé mirándola. Pestañeé lentamente cuando me apuntó con sus pechos, con sus pequeños extremos rosados y con el agua que le resbalaba por las caderas. Dieciocho años… la vida se anota buenos tantos con golpes de este tipo. Bajé la cabeza, y ella se echó a reír. Yo cerré la cortina y ella la
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