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Название книги: Muerte en la Fenice
Автор(ы): Donna Leon
Жанр: Криминальный детектив
Адрес книги: http://www.6lib.ru/books/Muerte-en-la-Fenice-201639.html
Título original: Death at La Fenice
© traducción: Ana Mª de la Fuente
Ah, signor, son rea di morte
E la morte io sol vi chiedo;
Il mio fallo tardi vedo;
Con quel ferro un sen ferite
Che non merita pietá,
Ah, señor, rea soy de muerte
y sólo la muerte os pido;
advierto tarde mi yerro;
hiera vuestro acero
un pecho que no merece piedad.
Cosi Fan Tutte
CAPÍTULO I
El tercer aviso, que anunciaba que iba a continuar la ópera, sonó discretamente en los salones de descanso y los bares del teatro La Fenice. El público apagó los cigarrillos, apuró las copas, concluyó las conversaciones y se dispuso a volver a sus localidades. En la sala, brillantemente iluminada durante el entreacto, se oía el sordo bullicio de los que entraban. Aquí refulgía una joya, allí una estola de visón se ceñía a un hombro desnudo o una uña sacudía una mota de polvo de una solapa de satén. Primero se llenaron los pisos, después la platea y, por último, las tres hileras de palcos.
Menguaron las luces, quedó en penumbra la sal
Название книги: Muerte en la Fenice
Автор(ы): Donna Leon
Жанр: Криминальный детектив
Адрес книги: http://www.6lib.ru/books/Muerte-en-la-Fenice-201639.html
Título original: Death at La Fenice
© traducción: Ana Mª de la Fuente
Ah, signor, son rea di morte
E la morte io sol vi chiedo;
Il mio fallo tardi vedo;
Con quel ferro un sen ferite
Che non merita pietá,
Ah, señor, rea soy de muerte
y sólo la muerte os pido;
advierto tarde mi yerro;
hiera vuestro acero
un pecho que no merece piedad.
Cosi Fan Tutte
CAPÍTULO I
El tercer aviso, que anunciaba que iba a continuar la ópera, sonó discretamente en los salones de descanso y los bares del teatro La Fenice. El público apagó los cigarrillos, apuró las copas, concluyó las conversaciones y se dispuso a volver a sus localidades. En la sala, brillantemente iluminada durante el entreacto, se oía el sordo bullicio de los que entraban. Aquí refulgía una joya, allí una estola de visón se ceñía a un hombro desnudo o una uña sacudía una mota de polvo de una solapa de satén. Primero se llenaron los pisos, después la platea y, por último, las tres hileras de palcos.
Menguaron las luces, quedó en penumbra la sal
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