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Название книги: Los muros de Jericó
Автор(ы): Jorge Molist
Жанр: Историческая проза
Адрес книги: http://www.6lib.ru/books/Los-muros-de-Jeric_-199328.html
A Florenci y Francisca
La televisión y las películas de cine representan una de las mayores fuerzas persuasivas.
Mario Cuomo
ex gobernador de Nueva York, julio de 1997
En este mundo, creado por el Diablo, sólo puedes esperar lo inesperado.
Ramón VI,
conde de Tolosa, 1156-1222
Levantando, pues, el grito todo el pueblo de Israel, y resonando las trompetas… de repente cayeron las murallas de Jericó, y subió cada cual por la parte que tenía delante de sí, y se apoderaron de la ciudad.
Y pasaron a cuchillo a todos cuantos había en ella, hombres, mujeres, niños y viejos…
Josué 6-20, 21
MARTES
1
Las luces tenues del monitor y de una lamparilla de habitación de hotel iluminaban el teclado de un ordenador portátil y unas manos blancas, casi perfectas.
La pantalla se detuvo pidiendo una contraseña y los alargados dedos la introdujeron, tecleando con fuerza: «Arkángel.»
Varios mensajes esperaban en el buzón, pero las manos dirigieron el ratón a uno que firmaba Samael.
El único dedo imperfecto, el índice
Название книги: Los muros de Jericó
Автор(ы): Jorge Molist
Жанр: Историческая проза
Адрес книги: http://www.6lib.ru/books/Los-muros-de-Jeric_-199328.html
A Florenci y Francisca
La televisión y las películas de cine representan una de las mayores fuerzas persuasivas.
Mario Cuomo
ex gobernador de Nueva York, julio de 1997
En este mundo, creado por el Diablo, sólo puedes esperar lo inesperado.
Ramón VI,
conde de Tolosa, 1156-1222
Levantando, pues, el grito todo el pueblo de Israel, y resonando las trompetas… de repente cayeron las murallas de Jericó, y subió cada cual por la parte que tenía delante de sí, y se apoderaron de la ciudad.
Y pasaron a cuchillo a todos cuantos había en ella, hombres, mujeres, niños y viejos…
Josué 6-20, 21
MARTES
1
Las luces tenues del monitor y de una lamparilla de habitación de hotel iluminaban el teclado de un ordenador portátil y unas manos blancas, casi perfectas.
La pantalla se detuvo pidiendo una contraseña y los alargados dedos la introdujeron, tecleando con fuerza: «Arkángel.»
Varios mensajes esperaban en el buzón, pero las manos dirigieron el ratón a uno que firmaba Samael.
El único dedo imperfecto, el índice
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