El hombre de los círculos azules читать онлайн

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esculpido más abajo, y esos eran seguramente instantes de eternidad. En realidad, el tipo estaba a punto de estropearle el único instante de eternidad de su séptimo día.Y además, normalmente le echaban diez años menos. Se lo dijo.– ¿Qué importa? -dijo el hombre-. Yo no sé valorar las cosas como los demás, pero supongo que es usted más bien guapa, ¿o me equivoco?– ¿Acaso hay algo raro en mi cara? No parece usted muy convencido -dijo Mathilde.– Sí -dijo el hombre-, supongo que es usted guapa, pero no puedo jurarlo.– Haga lo que quiera -dijo Mathilde-. De todas formas usted sí es guapo, y puedo jurarlo si le sirve de algo. En realidad siempre sirve. Y ahora voy a dejarle. Realmente hoy estoy demasiado crispada para desear hablar con tipos como usted.– Yo tampoco estoy muy relajado. Iba a ver un apartamento para alquilar y ya lo habían cogido. ¿Y usted?– He dejado escapar a alguien que me interesaba.– ¿Una amiga?– No, una mujer a la que he seguido en el metro. Había tomado un montón de notas y, de repente, la he perdido. ¿Lo ve?– No. No veo nada.– No lo intenta, eso es lo que pasa.– Es evidente que no lo intento.– Es usted un hombre patético.– Sí, soy patético y, además, ciego.– Dios mío -dijo Mathilde-, lo siento.El hombre se volvió hacia ella con una sonrisa bastante perversa.– ¿Por qué lo siente? -dijo-. De todas formas usted no tiene la culpa.Mathilde se dijo que debería dejar de hablar, pero también sabía que no lo conseguiría.– ¿De quién es la culpa? -preguntó.El ciego guapo, como Mathilde ya le había llamado en su pensamiento, se volvió casi de espaldas.– De una leona que disequé para entender el sistema de locomoción de los felinos. ¡A quién carajo le importa el sistema locomotor de los felinos! Unas veces me decía:
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